Por un lado está la peligrosa ola de violencia preelectoral y que de prolongarse puede tirar por la borda el trabajo de normalización que con pequeño éxito se ha dado en el país en los últimos tres años, después de la cruda guerra civil que surgió en el 2005.
Por otro lado se suma el hecho de que estas elecciones llegan sólo seis meses antes del comienzo de la retirada de las tropas estadounidenses y el resultado de las mismas dejarán claro hasta dónde este país está capacitado para crear un gobierno que incluya a todos los grupos de la sociedad después de una invasión de siete años llena de errores que dejó parte del país devastado.
Por este motivo la pregunta que se hacen muchos analistas en estas épocas es si Irak podrá dar respuestas a sus propios problemas sin caer en un caos de violencia ingobernable que pueda desestabilizar la región. "Irak continua sufriendo las consecuencias de la guerra trágica y las políticas dañinas que la siguieron: sectarismo, ausencia de instituciones creíbles y la erosión del Estado", dijo Robert Malley, el director del programa de Medio Oriente del International Crisis Group.
Muchos analistas creen que sin la presencia de los norteamericanos en el país cada una de las facciones políticas, especialmente algunos grupos chiitas, se quitarán la máscara y mostrará cuáles son sus verdaderas intenciones.
Los chiitas podrán dejar claro si verdaderamente están alineados con Irán, país al que acusan de estar influyendo cada vez más en el país, o por el contrario quieren crear unas políticas independientes estructuradas bajo la premisa de crear un gobierno multisectario, como afirman algunos de sus principales figuras, que le permita a Irak dar un paso adelante y convertirse en esa supuesta democracia modelo en Oriente Próximo que sólo sería comparable con la libanesa.
Las encuestas aseguran que habrá una buena participación a pesar de que ya se sabe que habrá muchas irregularidades en los puestos de votación.
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